Saturday, July 19, 2008

Tintín, ese energúmeno...

Grande es la fama de Tintín! Enorme el cariño que le profesan chicos y grandes!
A la estación acuden a despedirle, arrobados por la simpatía y la campechanería de este indómito viajero, que allá por donde pasa, deja muestra fehaciente de un comportamiento admirable, digno, ejemplar.
¡El Congo, nada menos, es ahora su destino!



¡Si es que ya, en el barco con el que atraviesa los mares, deja claro que es un ser sensible!
¡Y el propio perrito Milú, tan listo él, ya se da cuenta de ello, mientras pasea por entre el bonito equipaje de su gentil amito!



Y hay que ver el rostro demudado del chico del tupecito ante el padecimiento de su pequeño compañero. ¡Si es que parece que están a punto de saltársele las lágrimas, de lo mucho que el sufrimiento animal le trastorna, oiga!



Indescriptible es la llegada a puerto africano. El desembarco...¡Apoteósico!
¡A hombros lo transportan, ahí es nada! ¡Qué jolgorio, qué alborozo! ¡Fiesta se declara, tal es el alcance de las conocidas hazañas del pelirrojo hombrecito!



Para ocuparse él de cosas más importantes, un pequeño nativo contrata. Como acompañante, dice. No sabemos si la paga del pequeño consiste en abalorios, baratijas varias o un tarro de brea. Pero, ¡qué digo! ¡Cualquiera daría lo que fuera por acompañar al admirado héroe! ¡Qué suerte la del pequeño africanito!



Enseguida queda claro el cometido de cada cual.
Y así, como quien da un paseo por el parque, el valiente se enfrenta a su misión.
Grande es su arrojo, templados sus nervios cuando, despreciando el peligro, se apresta a abatir a un peligroso habitante del país que ahora visita.
¡Ah, señores! ¡Esto es valor!






¡Qué pareja, oigan! ¡Simpatía a raudales! Unos tíos hechos y derechos, eso es lo que son! Y es que, el chico éste, lo mismo le da para el pelo a una manada de gamos, que le canta las cuarenta a algún despistado monito. Hay que ver, si no, cómo responde el chicuelo ante el cruelísimo jugueteo del malvado monicaco.



¡Toma! ¡Y por la espalda, para que te enteres, tú! ¡Pues qué te has creído!
Y, para que se vea lo sutil y el gracejo de este mozo, no se le ocurre otra cosa que desollar ahí mismo al estúpido mono, que, fíjense, ni sangre tiene, de lo poco sensibles que son estos bichos, que es cosa bien sabida. ¡Uno menos, hala! ¡Así ya no asustarás a ningun turista más! ¡Y me pongo la piel por montera, para rescatar al pobre, pobre perrito!




¡Y le funciona el truco y todo! Si es que, a nuestro héroe, nadie le ha de negar un uso inaudito del cerebro, que ha de ser, digo yo, superior al del resto.
Y, puesto que el pequeño negrito parece dudar, nosotros sentimos la necesidad de aclararle: ¡No, hombre, no! ¡No es un mono, el mozalbete! ¡Vas a comparar!



En su apasionante periplo, provoca un accidente. Los lugareños, pobres, dan la vieja tetera por perdida. Pero, he aquí, que el célebre reportero, con su proverbial sabiduría, da con la solución, esto es: todos a empujar, que yo dirijo el asunto. ¡Vamos, muchachos! ¡No se me quejen, que esto está hecho! ¡Hala, un poco más de fuerza! ¡Aaaaaarriba! Yo les guío, no se preocupen. Un poco a la derecha....oooops! ¡Listo!
¿No se lo dije?




Que luego es que se lo vuelven a cargar en palanquín, como si un rey fuera, oiga. Y es que no hay palabras de agradecimiento que basten. ¡Qué afecto, qué cariño sin límites! ¡Qué silencioso respeto!



Y es que, como monarca, letrado o juez, hay que ver qué gran labor realizaría este mozuelo. Uno es que se maravilla de la sabiduría con que administra justicia aquí y allá, nuestro joven periodista. ¡Y lo contentos que se van los dos negritos, oye! ¡Gracias a los dioses que tenemos aquí a este insigne turista! ¡Vamos! ¡Qué haríamos sin él!



Y qué buena pareja hace con el enviado del cielo. ¡Si es que son tal para cual!
Apasionante, la cacería, dice el afable padre. ¡Sobre todo para el elefante! ¡Nada, nada! ¡Se tratará de algún bicho maligno que el Señor le ha dado instrucciones de eliminar!
¡Pues , ea! ¡A ello!




Y se resiste, el malandrían. ¡Por un tirito de nada! ¡Ah, la ingratitud...! ¡La ignorancia! ¿Acaso no sabe este animalejo con quién se las tiene que ver? ¡Hay que darle una lección!
Y, ojo. Que lo de disparar por la espalda es algo que el mocetón tiene muy a mano. Y es que no es cosa de darle, encima, ventaja, a tan taimada alimaña. ¡Hombre! ¡Hasta ahí podíamos llegar!



¡Hala! ¡Ahí te quedas! Pues, ¿qué te habías pensado? Y, para que veas, me llevo tus colmillos. Así no harás más daño. Sobre todo, a ningún amable turista armado.¡Bestia dañina!

Y, vaya, es que este chico, animalito que ve, ¡zas!, trofeo con el que sueña. ¡Si es que no descansa en su noble afán de adecentar la sabana, amigos! ¡Que está todo tan desordenado y lleno de bichejos que menos mal que ha venido él para hacer limpieza!



¡Ay, qué risa! ¡Qué sutilezas, qué maneras tan dicharacheras las de este chiquillo!
¡Pues no ha reventado al bichejo de un plumazo! Desperdigados están sus sesos, intestinos y vísceras por todo el terreno, para servir de escarmiento. ¡Hala! ¡Qué ya es hora de que aprendan quién manda aquí!

Tampoco el búfalo, que pace sin duda tramando alguna insidia, ha de librarse de la visita del temerario.
Aquí sí que ya, nuestro jovial camarada, ha de poner en juego toda su envidiable sapiencia. ¡Y es que el animalejo, oigan, se empeña en no dejarse abatir!
¡Qué manía la de estos seres!
¡Pues no hay más que hablar! ¡A grandes males, grandes remedios!


¡Dicho y hecho! ¡Le espachurró los sesos! ¡Jueguecitos a mí..!
¡Qué bárbaro! ¡Y, encima, ha de aguantar el malhumor de la familia del defenestrado!
¡Si es que no tienen sentido del honor, ni del humor...! ¡Mejor nos vamos del país! ¡Ya he tenido bastante!
Eso sí: ¡Qué ríos de admiración deja en el atrasado país el intrépido aventurero!
¡Qué espejo sin par en el que mirarse! ¡Qué ejemplar senda a seguir la suya!
¡Qué hombre del presente, qué mito del mañana! ¡Así se forjan las leyendas!
¡Viva Tintín! ¡Viva! ¡Vivan Tintín y Milú!
¡Hasta siempre, amigos!